Roberto González: “Catástrofes como ésta pueden crear oportunidades para reconstruir el tejido social”

Miedo e inseguridad ante una enfermedad desconocida, ante la incertidumbre, es lo que ha provocado el surgimiento del COVID-19. Todos los países del mundo trabajan incansablemente para detener la expansión del virus que en nuestro país ya se encuentra en fase IV. Un escenario complejo para una sociedad que ya se encontraba afectada por la profunda crisis social. Sin embargo, de acuerdo al profesor Roberto González, situaciones como ésta pueden crear la oportunidad para desarrollar conductas solidarias y reconstruir el tejido social dañado.

A casi tres meses de que se supiera del primer caso de COVID-19 en Wuhan, todos los países del mundo se encuentran en una cruzada para frenar la expansión del virus que hasta ahora tiene más de 450 mil casos confirmados. En Chile, las autoridades de Gobierno ya decretaron fase IV, y han pedido a la población mantenerse en sus casas, en caso de poder hacerlo.

La llegada de esta pandemia, la primera en ser catalogada de esta manera por la Organización Mundial de la Salud en el siglo XXI, surge en medio de un complejo escenario a nivel nacional. La profunda crisis social que quedó en evidencia tras el 18 de octubre del año pasado aún sigue sin una solución. Sin embargo, para Roberto González, académico de nuestra Escuela e investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social, muchas veces situaciones como ésta crean una oportunidad para desarrollar conductas solidarias y reconstruir el tejido social dañado.

– La llegada del coronavirus al país se produce en medio de una crisis social muy grave. ¿Qué consecuencias puede traer a una sociedad que ya estaba profundamente fragmentada?

Cuando las sociedades experimentan situaciones de amenaza, derivadas de eventos masivos como puede ser una pandemia, un terremoto, o una catástrofe natural, es cierto que estamos muy expuestos a tener manifestaciones de estrés, incertidumbre o temor. Si bien muchas veces se generan conductas negativas, y terminamos siendo egoístas, preocupándonos de nosotros mismos y de nuestras propias necesidades, también emergen conductas positivas. Y creo que eso es lo que me gustaría destacar.

Lo que uno empieza a observar, dependiendo de cómo las sociedades se organizan y enfrentan las crisis, es que las personas desarrollan conductas más solidarias. Y no solo en el sentido de típico. Hablo de solidaridad en torno a las necesidades de los grupos.

En Italia o España, que son los países que están viviendo las situaciones más complejas, uno ve cómo los vecinos se empiezan a organizar para reducir la exposición de las personas a un potencial contagio. Se turnan para comprar en los supermercados o en los pocos lugares que están abiertos. Uno ve conductas de ayuda que están orientadas a servir al propósito de los intereses del grupo.

Entonces, frente a estas catástrofes, emergen identidades que son colectivas, que nos ponen a todos como parte de un grupo común, “un nosotros” que estamos viviendo esta situación compleja. Surgen conductas solidarias, en el sentido de acciones en pro del bienestar del grupo, y no solamente focalizadas en las propias necesidades. Y la conducta de ayuda que emerge en estas situaciones es muy valiosa, porque justamente contribuye a contrarrestar un contexto en donde se ha dañado la cohesión social. Entrega una señal potente, que nos puede ayudar a todos en esta situación de vulnerabilidad e incertidumbre.

Curiosamente, estos eventos pueden crear oportunidades para reconstruir el tejido social, para construir más vínculos entre las personas, que interactúan más y bajan su ritmo de vida al estar recluidos en espacio acotados dictaminados por la cuarentena, sea voluntaria u obligatoria. Entonces, esa cohesión social de la que hablamos, se empieza a fortalecer cuando tú estimulas el trabajo colaborativo, y el enfrentar la crisis de manera más colectiva que individual.

– Tener acceso a información veraz y oportuna es un factor que ayuda a bajar los niveles de angustia e inseguridad. Sin embargo, estos últimos días hemos estado expuestos a una avalancha de información. ¿Cómo manejar esa situación?

Es cierto que una gran cantidad de información puede generar lo que técnicamente llamamos sobrecarga cognitiva, y con ello, ansiedad y angustia, pero lo que uno tiene que tener claro es que la información también es un factor que ayuda a reducir la incertidumbre. El problema radica cuando uno está expuesto a muchas fuentes de información y no puede discriminar si proviene de una fuente confiable. Eso sí produce mucho ruido.

Por ejemplo, cuando uno se guía por la información que circula en redes sociales… Las redes sociales pueden ser muy útiles, pero también nos pueden generar muchas distorsiones respecto a la realidad, en la medida que circula mucha información de fuentes muy diversas. Entonces existe el riesgo alto de que las personas crean que lo que les llega por redes sociales es verdad. Por eso, la clave, es que quienes tienen la responsabilidad de conducir la crisis siempre definan un vocero o vocera que represente la voz oficial. Que esa persona sea quien entregue la información de forma oportuna, clara, limpia y veraz. Eso reduce la incertidumbre y fortalece que emerjan normas claras que guíen la conducta de las personas.

Cuando tú tienes muchas fuentes de información, de distintos lugares, y con distintas autoridades, generas ruido. La probabilidad de que no sean consistentes o se contradigan entre sí, es muy alta. Entonces, siempre debe haber un vocero, una figura, para evitar todos estos problemas, que son esencialmente comunicacionales.

– ¿Cuál es el desafío para el movimiento social en este nuevo escenario?

Bueno, yo pienso que lo que corresponde ahora, desde el punto de vista de nuestra sociedad, es poner la prioridad donde debe estar. Y la prioridad hoy es la salud de las personas y el cuidado de la comunidad en su conjunto. Anticipo, que lo que vamos a constatar ahora, es que la participación que estaba muy concentrada en la calle, necesariamente va a cambiar, adoptando otras formas de manifestación. Se fortalecerá sustantivamente el uso de las redes sociales para promover todo tipo de acciones colectivas, ya sean de protestas o pro-sociales, por mencionar algunas. Uno ya lo ha visto en España y recientemente en Chile, donde la gente hace distintos tipos de manifestaciones. Protestan con ruido desde los departamentos, cantan, y valoran el trabajo del personal de salud con homenajes en redes sociales, aplaudiendo a una hora en común, en fin… emergen nuevas formas de manifestación social.

Es evidente que la forma en la que veníamos observando los fenómenos de participación social cambiará por el contexto que estamos enfrentando. Porque la gente no se va a querer exponer, y porque además van a haber regulaciones. De hecho, ya está restringida la cantidad de personas que se pueden juntar.

Qué duda cabe que el contexto social ha vuelto a cambiar drásticamente, llevándonos a reformular nuestros patrones de interacción social cotidianos, siendo estos altamente mediados por redes sociales y otras plataformas en Internet. Hoy más que nunca tenemos la oportunidad única para reflexionar junto a nuestros seres queridos y las comunidades con las que nos vinculamos diariamente acerca de la forma en que vivimos y aquello que valoramos y da sentido a nuestras vidas. Hoy, gracias a los espacios protegidos de encuentro y generados por la cuarentena, podremos pensar acerca de lo que somos como sociedad, en un contexto social altamente cambiante, con niveles sustantivos de incertidumbre, pero juntos, vinculados entre sí. Hoy, sin duda, existe una oportunidad para reconstruir el tejido social en nuestro país.

Texto: Andrea Fuentes Uribe, Periodista Subdirección de Extensión y Comunicaciones EPUC.